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lunes, 15 de julio de 2013

Las mujeres y la miel



Aquí desde el avión, luego de regresar de la Universidad de Notre Dame, he decidido aprovechar el tiempo y compartir un poco de lo aprendido. No, no les hablaré de lo que me han enseñado los profesores en las aulas, eso ya está en los libros; les explicaré lo aprendido por otro tipo de maestros: mis amigos.

Camino a clase, el colombiano dijo: Ellas y la miel funcionan diferente.

La primera cita, -digamos un lunes- resulta increíble. Se la pasan divino, la miel se  derrama sobre las hojuelas.  El martes quedas con ella (en el Starbucks), no paran de reír, se platican, se miran, ¡mariposas!, se acomoda el pelo, ríen otra vez; te gusta aún más. Todo es tan… ridículo…pero aún así: perfecto.


Llamas el miércoles: no contesta. Piensas que su teléfono se ha perdido, entonces le escribes un inbox: tampoco contesta. Debe ser… que le han robado toda la mochila; entonces llamas a su casa. Tampoco contesta…  “está en exámenes”, piensas… al otro día insistes, vuelves a llamarla, escribirle, mensajearla,  escribirle a su amiga… pero todo, absolutamente todo es en vano. Continuas, no te rindes, pasan jueves, viernes, febrero, marzo, abril y toda la vida… y entonces te das cuenta que ese martes 13 se rompió el plato con la miel y las hojuelas. De eso: Nada queda.

¿Pero qué fue lo que pasó? No se sabe, las mujeres y la miel funcionan de manera diferente al resto de la naturaleza. Pero él, mi maestro, ha explicado una solución que no está en los libros.

Sales con ella el lunes y luego de esa cita perfecta, de ese intercambio ridículo de sonrisas y de esa sensación de mariposas... luego de eso, después de eso…. LA IGNORAS. Te dedicas a la tarea, la cerveza, el futbol, los tacos y todo, absolutamente todo lo que quieras excepto la niña. Si la llamas, muerdes la manzana y te quedas sin paraíso.

Pasarán dos semanas, luego viene el momento más complicado: planear la casualidad, agendar el azar, programar la coincidencia. Y entonces “te la encuentras”, entonces otra vez juegan a eso de las sonrisas, el intercambio de miradas, el chiste absurdo del que los dos se ríen… quedas en llamarle… pero otra vez: no lo haces… Ella se empezará a comer las uñas, le has dejado un vacío que la jala. Cuando ella vaya en su tercer par de uñas (y haya confesado su frustración a la señorita de la estética)… en ese entonces… la llamas –un lunes- como sin nada… y entonces ahora sí “algo” pasa que ella siempre contestará y echará miel a los hojuelas, lunes, martes, miércoles y forever.