7 horas seguidas de clase… y luego Wal-Mart, así eran los martes. Odié todos, excepto uno.
Martes 9 de mayo de 2006 —¿ven con qué exactitud recuerdo la fecha? Siempre es así cuando uno evoca situaciones de peligro extremo—, compraba algunos yougurts de fresa cuando de pronto ella pasó y tiré todo el anaquel.
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--Fíjese joven-- Me dijo una dependienta que ahora tenía que arreglar ese desorden.
Y claro que me estaba fijando, de hecho no me podía dejar de fijar … en ella. El desorden de siete yougurts tirados no tenía nada que ver con el desorden en cada una de las células de mi cuerpo al verla caminar.

Mi roomie, que como cualquier otro martes, me acompañaba a hacer las compras, se desesperó por permanecer en la zona de shampoo 15 minutos, pero le rogué paciencia, porque sabía que esos 15 minutos serían recordados el resto de mi vida. Tomó el shampoo rosa y caminó a la caja 7, no dudé en ir a ese lugar.
- --Carajo José hay 20 cajas vacías y vas a la única que tiene cola--
- -- Lo siento Santiago esto es inevitable--
Pagaron y yo pagué un jabón para disimular –mi carrito obviamente iba vacío. La cajera tardó larguísimos segundos en darme el cambio pero apuré el pasó para alcanzarla en la banda eléctrica que baja al estacionamiento. Luego Paulina volvió a discutir con su hermana y dio vuelta en U para volver a subir a la zona de cajas.
Llegué hasta la camioneta y juré que jamás la volvería a ver.
- --José con tus pinches prisas se nos olvidó sellar el ticket del estacionamiento--
¡Divino olvido! Regresé a la caja 7 y he ahí a Paulina en idénticas condiciones que yo.
En los momentos de máxima adrenalina, todos tus sentidos están al cien, por eso pude ver en una milésima de segundo el bordado del suéter escolar “Paulina Maass”
- --Hola Paulinita-- Le dije.
En serio, repito: tienes mucho talento Jose Migoya.
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