Luego de toda una vida en un pueblo de España,
se aventuró a cruzar el Atlántico.
Desembarcó en Veracruz. Entró al primer café. Le
pareció ver un rostro familiar.
—
¿De casualidad es usted Luis Castro?
—
No.
El forastero se marchó.
—
Luis, ¿pero por qué le has negado ser Luis
Castro?— preguntaron sus amigos.
—
No he negado ser Luis Castro. He negado serlo “de
casualidad”.
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