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jueves, 16 de abril de 2015

Dos, tres de la mañana

Salí dos, tres de la mañana de un barcito. Tomé taxi para ir a casa.
—A la del Valle.

Sin GPS, en el DF y con cubas mi sentido de ubicación es nulo, jamás me encuentro.

Les juro es como encontrar a Wally, sin rayas, a hora pico en la estación Pino Suárez.
Total, el taxista condujo por donde le dio la gana, mientras me platicaba.

—Hay días buenos, otros malos, no se preocupe si usted hoy no ligó nada.

Yo simplemente venía de una reunión con los de la oficina, pero para no entrar en detalles, solo asentí con la cabeza. Lo único que quería era llegar y dormir.

Espontáneamente, me vi en una calle plagada de cuerpos. Exóticos escotes, piernas largas, una tras otra, así: cientos, miles, bueno no sé cuantas; tal vez veinte. Muchas pues.
 
—Creo que estamos un poco perdidos — le dije.
—No sé preocupe joven, yo le consigo una barata.

Avanzó unas diez, cruzo el brazo para abrir mi vidrio.

—CUATROCIENTOS en el Hotel— dijo la voz más varonil y ronca del mundo.
—¡Acelérale cabrón!— grité al taxista desesperado.


Algo serio aceleró y dos calles más adelante me ofreció algo de droga, un par de calles más adelante abrí la puerta para salir corriendo a otro taxi. El segundo sí me llevó directo a casa. 

miércoles, 15 de abril de 2015

Cosas de Candy Crush



Fercita no estaba tan orgullosa de que su mamá había pasado de nivel en Candy Crush.
—¡Doscientos cuarenta y cuatro!
—!Ma! 
—Ay hija, ¡ya! algún día tu también serás ama de casa.


Llegó el marido tras una extensa jornada laboral.
—Estoy aquí deseándote y tu no has dejado el celular, creo que me quiero divorciar.
—Carajo Santiago, volví a perder, si me hablas: distraes.


La señora llegó al Juicio Final.
—Es voluntad de Dios escuchar aquello que has hecho en la vida terrenal— dijo San Pedro.
—Nivel doscientos cuarenta y cuatro.
—Diríjase de inmediato al averno por la puerta de atrás.


Señoras: ya no jueguen tanto Candy Crush, sino luego…

sábado, 11 de abril de 2015

Las mujeres no saben de futbol

Todo el Palco con la del Puebla. Gritos, sudor, nervios. Todos al borde de la silla. Último minuto del partido.  García anota de cabeza. Ella brinca para festejar: ¡Grande Puebla, te amo, guapos!

— ¡Vamos! ¡Festejen ustedes también!
— El Puebla es el otro equipo— respondió mi amigo.

Apenada, ella se sentó.
... 

Hace no tanto, otra me invitó al Azteca, según a ver América-Tigres, en realidad jugaron Los Rayados.

—Ahora que es medio tiempo, hay que aprovechar para ir por algo de tomar— Me dijo.

El partido ya había terminado.


No tengo ni un detalle más de los partidos, de lo que si me acuerdo perfectamente bien, son los rollitos que tiraban las niñas, de su pose, sus uñas y hasta la forma en que se sentaron. Las mujeres no saben de futbol; yo, cuando hay mujeres, tampoco.

jueves, 9 de abril de 2015

Términos del Contrato


Ya habían pasado dos horas y seguía discutiendo con la abogada los términos. Bueno, más bien, los términos de los términos de un interminable papel. Nos urgía, y lejos de atender “la carnita” (como ella le decía a las cláusulas centrales) discutíamos si en el inciso f), de la fracción III, de la cláusula vigésima del Anexo G debería de decir “subarrendar” en vez de “subrentar”.

Optó por llamarle a un Doctor en Lingüística. Para esas horas el letrado estaba en un bar; no sé si le entendió (yo no); de cualquier forma —no convencido—  terminé cediendo.


Camino a casa, mi madre me mandó un WhastApp con una foto de cuando tenía siete. Tan rápido pasa la vida y yo aquí dejándola pasar por una cláusula de un contrato.