Ya habían pasado dos horas y seguía discutiendo
con la abogada los términos. Bueno, más bien, los términos de los términos de un interminable papel. Nos urgía, y
lejos de atender “la carnita” (como ella le decía a las cláusulas centrales)
discutíamos si en el inciso f), de la fracción III, de la cláusula vigésima del
Anexo G debería de decir “subarrendar” en vez de “subrentar”.
Camino a casa, mi madre me mandó un WhastApp
con una foto de cuando tenía siete. Tan rápido pasa la vida y yo aquí dejándola
pasar por una cláusula de un contrato.
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