Lincoln anunció que los esclavos serían liberados, cien años más tarde Luther King Jr. decía que aún no lo estaban.
Íbamos livianos de equipaje, olvidé llevarme Gatorades y
cervezas a la playa.
A mi lado estaba Ana, una mujer libre en pleno S. XXI. Años atrás escapó.
Tiró por la ventana: Manual de Carreño, título profesional, fotos, flores
disecadas, un vestido prestado, un pagaré que jamás sería cobrado, un frasco
con lágrimas y un fajo de papeles codiciados por cierto tipo de esclavos.
Total, ella llegó a vivir a la playa.
Yo miraba su pelo, éste al son del viento me contaba que la libertad se da
como sin querer, es práctica y siempre se delata. Ese pelo me explicaba, así
con hechos, que la libertad no se define con palabras, con anuncios de Lincoln
y mucho menos con discursos plasmados en fotos como las que Ana tiraba.
Tras mi capilar conversación, ella meditaba ahí, callada, tendida en la
arena de la playa …una arena que cuando la pisaba, se convertía en huellas que ignoraba, lo
que no ignoraba, era dar libremente el siguiente paso en la dirección que
deseaba y encaminaba para amanecer ahí donde le llevase el viento de la
libertad que con su pelo retozaba. Seguro que cuando ella besa lo hace
sin prejuicios y sin reflexiones, besa —creo yo—más bien con la libertad del
momento y de la playa.
Ese día conocí a una persona libre, de esas que hoy ya no hay, o al menos, son muy escasas.
Al ingresar a una celda, no Lincoln sino otro ex presidente, recobró su libertad, alivianó su equipaje. En este
video les explica…