Y uno de
los límites que tiene el ser humano, es la pérdida de la capacidad de asombro
ante lo sublime y lo majestuoso.

Quienes
viven ahí ya no lo miran. Caminan como sin nada pensando en lo mucho que ha
subido la luz o con ese nerviosismo de no tener muy claro si dejaron la puerta
del refri abierta y ahora todo está descongelándose; piensan que al llegar a
casa encontraran un charco de hielos derretidos y olor a pollo echado a perder. El volcán, ya no se piensan más.
Y
estamos ahí con la nimiedad del pollo mientras el volcán nos miran sin decir
nada. Así pasa, así pasa.
Le
pregunté a Alejandro porqué habían cortado. Su novia me parecía preciosa e
inteligente… pero cortaron.
—Dime
por qué Alejandro.
—Por lo
mismo del volcán. Antes no podía pasar un día sin hacérselo.
Ahora llevamos más de seis meses sin sexo. Ya ni la miro, creo.
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