Alegaban y alegaban tanto obreros como oficinistas que “alguien” se aparecía en la fábrica. Bendiciones, magia blanca, crucifijos… de todo se hizo.
Ahora el pobre de Leonardo -los domingos en la tarde- no oye más que su respiración y su teclado. PUTA SOLEDAD. ¡Please hagan algo para que regrese ese alguien! Ah ...y que porfa, sea mujer…
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