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jueves, 10 de octubre de 2013

Luis Castro

Luego de toda una vida en un pueblo de España, se aventuró a cruzar el Atlántico.

Desembarcó en Veracruz. Entró al primer café. Le pareció ver un rostro familiar.
   ¿De casualidad es usted Luis Castro?
   No.

El forastero se marchó.
   Luis, ¿pero por qué le has negado ser Luis Castro?— preguntaron sus amigos.

   No he negado ser Luis Castro. He negado serlo “de casualidad”.

lunes, 15 de julio de 2013

Las mujeres y la miel



Aquí desde el avión, luego de regresar de la Universidad de Notre Dame, he decidido aprovechar el tiempo y compartir un poco de lo aprendido. No, no les hablaré de lo que me han enseñado los profesores en las aulas, eso ya está en los libros; les explicaré lo aprendido por otro tipo de maestros: mis amigos.

Camino a clase, el colombiano dijo: Ellas y la miel funcionan diferente.

La primera cita, -digamos un lunes- resulta increíble. Se la pasan divino, la miel se  derrama sobre las hojuelas.  El martes quedas con ella (en el Starbucks), no paran de reír, se platican, se miran, ¡mariposas!, se acomoda el pelo, ríen otra vez; te gusta aún más. Todo es tan… ridículo…pero aún así: perfecto.


Llamas el miércoles: no contesta. Piensas que su teléfono se ha perdido, entonces le escribes un inbox: tampoco contesta. Debe ser… que le han robado toda la mochila; entonces llamas a su casa. Tampoco contesta…  “está en exámenes”, piensas… al otro día insistes, vuelves a llamarla, escribirle, mensajearla,  escribirle a su amiga… pero todo, absolutamente todo es en vano. Continuas, no te rindes, pasan jueves, viernes, febrero, marzo, abril y toda la vida… y entonces te das cuenta que ese martes 13 se rompió el plato con la miel y las hojuelas. De eso: Nada queda.

¿Pero qué fue lo que pasó? No se sabe, las mujeres y la miel funcionan de manera diferente al resto de la naturaleza. Pero él, mi maestro, ha explicado una solución que no está en los libros.

Sales con ella el lunes y luego de esa cita perfecta, de ese intercambio ridículo de sonrisas y de esa sensación de mariposas... luego de eso, después de eso…. LA IGNORAS. Te dedicas a la tarea, la cerveza, el futbol, los tacos y todo, absolutamente todo lo que quieras excepto la niña. Si la llamas, muerdes la manzana y te quedas sin paraíso.

Pasarán dos semanas, luego viene el momento más complicado: planear la casualidad, agendar el azar, programar la coincidencia. Y entonces “te la encuentras”, entonces otra vez juegan a eso de las sonrisas, el intercambio de miradas, el chiste absurdo del que los dos se ríen… quedas en llamarle… pero otra vez: no lo haces… Ella se empezará a comer las uñas, le has dejado un vacío que la jala. Cuando ella vaya en su tercer par de uñas (y haya confesado su frustración a la señorita de la estética)… en ese entonces… la llamas –un lunes- como sin nada… y entonces ahora sí “algo” pasa que ella siempre contestará y echará miel a los hojuelas, lunes, martes, miércoles y forever.

miércoles, 19 de junio de 2013

Se quitó el lunar

Le incomodaba, por eso se quitó el lunar. En medio de su frente una mancha obscura interrumpía su imagen. Uno no lo escuchaba, solo veía su lunar.

Corría el año de 1999 cuando se postuló para ser el alcalde de la Ciudad, en ese entonces todo semáforo, poste o árbol quedaba tapizado con la imagen del candidato. Al principio aquel punto de su cara le quitó varios puntos en las encuestas, fue entonces cuando el genio del marketing electoral (Raúl Victoria Iragorri) recomendó “eliminar aquella mancha de las fotos”. Así ganó las elecciones. “Mario Marín alcalde de la Ciudad” se leía en la primera plana del periódico, una primera plana –por cierto- de puro texto, sin foto, sin imagen. Nunca había visto algo así.

Imposible llevar la frente en alto con semejante mancha, pero él aspiraba a todo: gloria, fama, clamor popular. De nueva cuenta lo logró, esta vez el genio fue el cirujano que extirpó aquel lunar, entonces Mario ascendió gobernador. Esta vez El Excélsior, El Sol y El Reforma  si publicaron imagen.

Ya en la fama, decidió que -como los famosos- debía ser retratado en un mural. Eligió la pared principal del Salón de Protocolos del Palacio de la Ciudad, y ahí -entre ángeles y fundadores- decidió pintar su imagen (sin lunar por supuesto).




A veces voy a reuniones y juntas del Comité a ese salón. La verdad es que pocas veces ponía atención por quedarme pasmado con la pintura. De los 46 ilustres retratados, él era el de mayor tamaño, con una sonrisa inteligente señalaba un mapa que tenía en las manos. Una analogía –reflexionaba- de “La Creación Adán”, donde Dios con su dedo índice señalaba (y creaba) al Mundo (representado por Adán); así Mario –también con el índice- señalaba el mapa al mismo tiempo que creaba Puebla. ¡Algo patético! pensaba yo, mientras que quien presidía la sesión sometía a votación un asunto del cual yo no tenía la menor idea por estar divagando sobre murales.

Pues resulta que Mario terminó siendo persona non grata por diversas cuestiones que (por pulcritud literaria) no comentaré. El caso es que hoy al amanecer vi el Twitter, decía:  El gobierno de Puebla 'borra' al exgobernador Mario Marín de un mural, y es que es lógico, esa mancha obscura impedía a Puebla, fama, gloria y clamor popular.