Bienvenidos a este su blog

miércoles, 9 de junio de 2010

Cita con los papás (Por JLCG)

Jorge estaba muy nervioso. Por primera vez iría a cenar con los padres de su novia. No sabía que hacer. No tenía idea de cómo comportarse. ¿Y si no les agradaba a sus suegros? ¿Y si echaba a perder una buena conversación con alguna broma estúpida? Tal vez lo mejor sería no hacer ninguna. Pero entonces podrían pensar que es un joven sin sentido del humor. Se jalaba su rizado cabello, el cual estaba algo crecido, por lo que le hacían burla; no porque se viera gracioso, sino porque lo hacía parecerse al profesor de matemáticas. Se miró en el espejo. Se peinó e hizo algunas muecas extrañas, como queriéndose impresionar el mismo. Entonces se dio cuenta de que había olvidado rasurarse. Esa barba de una semana no lo haría lucir bien. Los padres de su novia pensarían que es un desarrapado. Vio el reloj. ¡Tenía que reunirse con ellos en cinco minutos! Se desesperó aún más. Rápidamente se rasuro, pero por la misma prisa se corto debajo del labio.

-¡Esto no puede estarme pasando!-pensó.

Se puso un trocito de papel de baño con la esperanza de que la herida le cerrara en el camino. Tomó su chamarra se puso loción y se subió al coche. En el camino iba recordando si no había olvidado nada.

-¡La botella!-gritó fuertemente, asustando a su mamá.

Su mamá dio un volantazo al coche para regresar por el regalo que había comprado para los padres de su novia. Pensaba si podría pasarle algo peor. Comenzó a imaginarse varias cosas y resolvió en que era mejor no pensar. Llegó al restaurante con veinte minutos de retraso. Tuvo suerte porque su novia y sus padres aún no habían llegado. ¿O se habían cansado de esperarlo y optaron por marcharse? No, no, era más probable que ellos también hubieran sufrido contratiempos. Se calmó un poco al verlos llegar cinco minutos después de él. Le pidieron disculpas.

-¡Eso es todo!-se dijo a si mismo.

No era todo. Cuando los señores tomaron sus lugares en la mesa, Jorge empezó a sudar. ¿Cómo iniciar una conversación? Le surgió de pronto una idea.

-¿Qué tal estuvo su día?-preguntó Jorge con un tono educado y agradable, al mismo tiempo que se felicitaba desde su interior por la “excelente” pregunta que había hecho.

Pero su dicha no duró mucho.

-Tuve un día terrible-contestó el señor con una voz dura-.No se ni que hago aquí, debería estar en mi casa descansando.

-Papá, por favor-dijo su novia en voz baja, al mismo tiempo que pisaba discretamente a su padre.

-Pero es la verdad hija-respondió ante esto el señor, agravando aún más su tono de voz-Toneladas de trabajo, y el tráfico, ni se diga.

Jorge no sabía que hacer, así comenzaba la noche más vergonzosa de su vida. Quería que todo acabara ya. Sentía que se empequeñecía al mismo tiempo que el padre de su novia crecía. Miro de reojo la botella de vino tinto que traía. Vio un destello de esperanza.

-Señor, le traje un regalo-dijo Jorge mostrando la fina botella-.Espero que le guste.

-No tomo-dijo muy serio el señor.

¡No tomaba! ¡Cómo pudo olvidarlo! Pero el señor ni siquiera le dio las gracias. Tuvo ganas de llorar. Todo le estaba saliendo mal. No era el único que se sentía así. Su novia no sabía donde esconderse. Nadie hablo por unos segundos en la mesa, y Jorge se quedó extendiéndole la botella a su suegro, que no la tomaba. Finalmente, la madre de su novia la aceptó.

-Muchas gracias-dijo ésta de manera muy agradable-.Siempre es bueno pensar en un detalle, y más si es para intentar ganarte a tus suegros.

Jorge, su novia y su suegra rieron. Pero el señor permaneció serio. Y se mantuvo serio toda la cena. Jorge se sintió mal al respecto, pero pudo platicar bastante con su novia y con su suegra.

Al terminar de cenar, Jorge se disculpó y fue al baño. En el baño se puso a realizar operaciones mentales para calcular la cuenta, que se disponía a pagar él. Cuatrocientos cincuenta pesos. Más de lo que pensaba. Pero contaba con quinientos pesos, así que podría pagar y dejar la propina. Perfecto. Volvió a la mesa y se disponía a pedir la cuenta, pero fue interrumpido.

-¿Me permite la carta de los postres?-preguntó el padre de su novia al mesero.

Los postres. Cada palabra de su suegro complicaba más las cosas. Volvió a disculparse pero ésta vez para hablarle a sus propios padres. No pudo localizarlos. ¿Qué iba a hacer? No podía pedirle dinero prestado al papá de su novia. Claro, ¿cómo no lo pensó antes? Encontró la solución: Iván.

Iván estaba leyendo un libro de astrofísica cuando sonó el teléfono. Contestó y se enojó al oír que era Jorge.

-Iván, por favor-suplicaba Jorge- Eres mi única salvación.

-Si, como siempre- contestó Iván arrogantemente...

2 comentarios:

  1. a que buenos tiempos, deberia retomar la historia, pero me da un poco de flojera...
    algun dia

    ResponderEliminar
  2. Jose ya leí todas tus entradas...Lo unico que me queda repetirte es EXCELENTE... me hiciste reir un buen rato, espero que escribas más. Una sobre lo profundo de unas uñas rosas sería genial! jajaja un beso

    ResponderEliminar